Nuevo sistema combina biomarcadores, imágenes y modificadores para un diagnóstico preciso de TCE

Por el equipo editorial de HospiMedica en español
Actualizado el 23 May 2025

En Estados Unidos, el traumatismo craneoencefálico (TCE) causó alrededor de 70.000 muertes en 2021 y contribuye a aproximadamente medio millón de casos de discapacidad permanente cada año. Las causas más comunes incluyen accidentes automovilísticos, caídas y agresiones. Durante más de 50 años, los centros de traumatología han utilizado la Escala de Coma de Glasgow (ECG) para evaluar a los pacientes con TCE, clasificándolos en leves, moderados o graves según su nivel de consciencia y otros síntomas clínicos. Este diagnóstico determinaba el nivel de atención brindado en la sala de emergencias y posteriormente; en los casos graves, también influía en decisiones sobre la suspensión del soporte vital. Sin embargo, los médicos reconocen desde hace tiempo que la ECG no refleja plenamente la complejidad del TCE. Ahora, después de más de 50 años, la evaluación del TCE está a punto de recibir una importante actualización.

Se está probando un nuevo enfoque para evaluar el TCE en centros de traumatología de Estados Unidos, que promete diagnósticos más precisos, así como tratamientos y seguimientos más adecuados para los pacientes. Este nuevo marco fue desarrollado por una coalición de expertos y pacientes de 14 países, entre ellos investigadores de la Universidad de California, San Francisco (UCSF, San Francisco, CA, EUA) y el Colegio Médico de Wisconsin (Milwaukee, WI, EUA).


Estas imágenes muestran cómo el nuevo marco de TBI impacta el tratamiento (foto cortesía de UCSF)

El marco actualizado va más allá de los síntomas clínicos inmediatos e incluye criterios adicionales, como biomarcadores, tomografías computarizadas y resonancias magnéticas, y factores como otras afecciones médicas y la naturaleza del trauma. Los médicos creen que este enfoque revisado permitirá diagnósticos más precisos, proporcionando una atención más eficaz para algunos pacientes y evitando conversaciones prematuras sobre soporte vital para otros.

El nuevo marco, conocido como CBI-M, se detalla en Lancet Neurology y se basa en cuatro pilares fundamentales: clínico, biomarcador, imagen y modificadores. El pilar clínico conserva la puntuación de la Escala de Coma de Glasgow como elemento central para evaluar la consciencia, la reactividad pupilar y otros síntomas como amnesia, cefalea, mareos y sensibilidad al ruido. Este pilar amplía la Escala de Coma de Glasgow tradicional al incluir respuestas a órdenes o estímulos oculares, verbales y motores.

El segundo pilar se centra en los biomarcadores detectados en análisis de sangre para proporcionar signos objetivos de daño tisular, abordando las limitaciones de las evaluaciones clínicas que podrían incluir síntomas no relacionados con el TCE. Un aspecto crucial es que niveles bajos de estos biomarcadores permiten identificar a los pacientes que no requieren tomografías computarizadas, reduciendo así la exposición innecesaria a radiación, los costos médicos y permitiendo un alta hospitalaria más temprana.

Para los pacientes con lesiones más graves, el tercer pilar implica el uso de tomografías computarizadas y resonancias magnéticas para detectar coágulos sanguíneos, hemorragias y lesiones que podrían indicar síntomas presentes y futuros. Además, los biomarcadores pueden ayudar a identificar a los pacientes aptos para participar en ensayos clínicos destinados a desarrollar nuevos tratamientos para el TCE, un campo que ha experimentado pocos avances en las últimas tres décadas. Un ensayo clínico lanzado recientemente en 18 centros de traumatología podría finalmente conducir al desarrollo de nuevos tratamientos para el TCE.

El cuarto y último pilar, los modificadores, tiene en cuenta cómo se produjo la lesión (ya sea por una caída, un golpe o la penetración de un objeto afilado) e incluye factores como las condiciones preexistentes, la medicación, el acceso a la atención médica, los TCE previos, el abuso de sustancias y las condiciones de vida. Este pilar garantiza que se tengan en cuenta todos estos factores al interpretar los resultados clínicos, de biomarcadores y de neuroimagen del paciente. Por ejemplo, un paciente con deterioro cognitivo preexistente podría requerir un seguimiento más estrecho para detectar el deterioro, independientemente de los hallazgos de su evaluación clínica inicial. El nuevo marco se está probando gradualmente en centros de traumatología, donde se perfeccionará y validará antes de su implementación completa.

“El marco propuesto representa un gran avance”, afirmó el coautor principal, el Dr. Michael McCrea, profesor de neurocirugía y codirector del Centro de Investigación de Neurotrauma de la Facultad de Medicina de Wisconsin. “Estaremos mucho mejor preparados para asignar a los pacientes los tratamientos que les brinden la mejor oportunidad de sobrevivir, recuperarse y volver a una vida funcional”.


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