Dispositivo mínimamente invasivo combinado con biomarcadores moleculares detecta cáncer de esófago temprano

Por el equipo editorial de HospiMedica en español
Actualizado el 23 May 2022

El cáncer de esófago se mantiene como la sexta causa más común de muerte por cáncer en todo el mundo cobrando la vida de más de medio millón de personas al año. El carcinoma de células escamosas de esófago (CCEE) comprende el 80 % de los cánceres de esófago en todo el mundo, con tasas particularmente altas en Asia y el sureste de África. La detección temprana de esta enfermedad mortal mejora en gran medida la supervivencia, pero cuando los síntomas, como dificultad para tragar, pérdida de peso, anemia o sangrado, se hacen evidentes, a menudo es demasiado tarde para curarla. Actualmente, las personas sospechosas de tener cáncer de esófago se someten a endoscopias y biopsias, que son muy costosas, riesgosas y, a menudo, no están disponibles en los países en desarrollo, donde el riesgo de la enfermedad es más alto. En un estudio piloto, pequeño pero riguroso, una nueva estrategia basada en biomarcadores, mínimamente invasiva, ha demostrado una tasa de éxito del 90 % en la detección de CCEE.

La estrategia, desarrollada por investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, MD, EUA), combina biomarcadores basados en ADN específicos y sensibles con un dispositivo que consiste en una pequeña cápsula de gelatina que alberga una esponja suave unida a una cuerda flexible que se puede tragar. Después de unos minutos, la cápsula se disuelve en el estómago y libera una esponja de dos centímetros de diámetro, aproximadamente del tamaño de una moneda de cinco centavos. A medida que la persona que administra la cápsula extrae la esponja tirando del hilo, ésta se desplaza hacia arriba y recoge las células que recubren la superficie del esófago del paciente.


Imagen: Una estrategia de diagnóstico con biomarcadores mínimamente invasiva ha demostrado ser exitosa en la detección del cáncer de esófago temprano (Fotografía cortesía de Pexels)

En el estudio de casos y controles recientemente informado, el equipo de investigación administró la prueba a 94 personas, incluidas muchas en Uganda (una nación con una población de alto riesgo), así como a pacientes en el Hospital Johns Hopkins. En este estudio, el algoritmo genético de tres biomarcadores utilizado para detectar CCEE, incluida la edad como cuarto parámetro, arrojó un área bajo la curva (AUC) de 0,94, que generalmente se considera muy fuerte en los estudios de investigación de biomarcadores. En un estudio totalmente independiente, posteriormente se recopiló un conjunto de prueba de pacientes recolectadas después de que se construyó el modelo de biomarcadores, el algoritmo clasificó con éxito al 90 % de los pacientes, con una especificidad de 0,87 y una sensibilidad (qué proporción de personas con la enfermedad detecta la prueba) de 0,92. Después del procedimiento de prueba, no hubo evidencia de sangrado, dolor, trauma u otras reacciones adversas graves entre los participantes. Según los investigadores, estos resultados preliminares sugieren que se deben realizar ensayos de detección más grandes en poblaciones de alto riesgo en todo el mundo.

“Con el cáncer de esófago, el diagnóstico es una cuestión de vida o muerte”, dijo el gastroenterólogo Stephen Meltzer, MD, Myerberg-Hendrix y profesor de medicina y oncología de la Sociedad Estadounidense del Cáncer en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. “Actualmente, no existe una herramienta de detección económica y mínimamente invasiva que se pueda usar con regularidad para diagnosticar a las personas en riesgo, incluidas las personas mayores de 45 años con enfermedad crónica grave por reflujo ácido y quienes fuman tabaco, inhalan humo de leña (como en algunos países de bajos ingresos), consumen alcohol o son obesos”.

“Estos hallazgos tienen implicaciones globales, quizás con el mayor impacto en los países de bajos ingresos con acceso limitado a la atención médica y los recursos”, agregó Meltzer. “Estamos hablando de posiblemente salvar miles de vidas si somos capaces de detectar la enfermedad lo suficientemente temprano como para intervenir”.

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Universidad Johns Hopkins  


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